Hey, hätte vielleicht jemand die Kurzgeschichte "La cita" von Juan Madrid für mich oder weis wo ich die im Internet finden kann? Wäre super nett! Ein resumen oder eine Analyse wären auch gut.
Danke schon mal im voraus
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Juan Madrid: La cita
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Era un hombre alto, moreno, con entradas , y vestía con esa elegante suficiencia que poseen los que no se compran la ropa en los grandes almacenes. Le estuve observando coger la copa y llevársela delicadamente a los labios y encender un cigarillo.
Estaba solo en un reservado de una cafetería llamada “Esterlina” que no era ni demasiado lujosa ni demasiado sucia. Yo estaba en el reservado más próximo y si acercaba el oído a la cortina podía escuchar cómo carraspeaba de cuando en cuando. A través del roto , también podía verle. […]
Vi a los dos chicos entrar. Uno de ellos podría tener alrededor de veinticinco años y el otro dieciocho. Parecían hermanos. Vestían, ambos, cazadoras de cuero y vaqueros, y el más joven tenía el ojo izquierdo cerrado y vacío […].
Los chicos atravesaron el local, pasando por mi lado y se metieron en el reservado donde estaba el hombre. Escuché murmullos.
–¿Tomáis algo? … - era la voz del hombre. Ruidos confusos. Miré por el roto de la cortina. El más joven le palmeaba la espalda al hombre y este sonreía condescendiente.
–¡Creímos que no había venido, don Arturo!
–Yo nunca falto a mis citas.
El otro muchacho rascó el borde de la mesa con la uña.
–¿Ha traído el dinero? –preguntó.
–Por supuesto.
–Muy bien –dijo el más joven.
–Lo queremos ahora –el mayor continuó con la uña en la mesa.
–La mitad ahora, el resto después.
–De acuerdo, el resto después. Nosotros nos fiamos de usted y usted se fía de nosotros.
–Están en el aparthotel “Londres”, habitación setecientos dos. Tiene que parecer una orgía que ha desembocado en tragedia. Ya os dije cómo tenéis que hacerlo.
–Es tan bonita como en la foto?
–Es más bonita aún. ¿Algo más?
–Nada, sabremos hacerlo a la perfección. […]
–Matar a los dos.
–Claro.
El hombre sacó de su chaqueta un revólver envuelto en un pañuelo.
–Es su pistola, tiene sus huellas . Cuidado con no tocarla.
–No se preocupe, don Arturo –el hombre les dio a cada uno un sobre blanco, grueso.
–Marcharos. Llamadme mañana al despacho .
Vi cómo se estrechaban la mano. Todo eso lo escuché en una cafetería cualquiera, en Madrid, dos días antes de la fiesta de los Reyes Magos . Y el hombre elegante podía pasar por un estupendo padre de familia.
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Era un hombre alto, moreno, con entradas , y vestía con esa elegante suficiencia que poseen los que no se compran la ropa en los grandes almacenes. Le estuve observando coger la copa y llevársela delicadamente a los labios y encender un cigarillo.
Estaba solo en un reservado de una cafetería llamada “Esterlina” que no era ni demasiado lujosa ni demasiado sucia. Yo estaba en el reservado más próximo y si acercaba el oído a la cortina podía escuchar cómo carraspeaba de cuando en cuando. A través del roto , también podía verle. […]
Vi a los dos chicos entrar. Uno de ellos podría tener alrededor de veinticinco años y el otro dieciocho. Parecían hermanos. Vestían, ambos, cazadoras de cuero y vaqueros, y el más joven tenía el ojo izquierdo cerrado y vacío […].
Los chicos atravesaron el local, pasando por mi lado y se metieron en el reservado donde estaba el hombre. Escuché murmullos.
–¿Tomáis algo? … - era la voz del hombre. Ruidos confusos. Miré por el roto de la cortina. El más joven le palmeaba la espalda al hombre y este sonreía condescendiente.
–¡Creímos que no había venido, don Arturo!
–Yo nunca falto a mis citas.
El otro muchacho rascó el borde de la mesa con la uña.
–¿Ha traído el dinero? –preguntó.
–Por supuesto.
–Muy bien –dijo el más joven.
–Lo queremos ahora –el mayor continuó con la uña en la mesa.
–La mitad ahora, el resto después.
–De acuerdo, el resto después. Nosotros nos fiamos de usted y usted se fía de nosotros.
–Están en el aparthotel “Londres”, habitación setecientos dos. Tiene que parecer una orgía que ha desembocado en tragedia. Ya os dije cómo tenéis que hacerlo.
–Es tan bonita como en la foto?
–Es más bonita aún. ¿Algo más?
–Nada, sabremos hacerlo a la perfección. […]
–Matar a los dos.
–Claro.
El hombre sacó de su chaqueta un revólver envuelto en un pañuelo.
–Es su pistola, tiene sus huellas . Cuidado con no tocarla.
–No se preocupe, don Arturo –el hombre les dio a cada uno un sobre blanco, grueso.
–Marcharos. Llamadme mañana al despacho .
Vi cómo se estrechaban la mano. Todo eso lo escuché en una cafetería cualquiera, en Madrid, dos días antes de la fiesta de los Reyes Magos . Y el hombre elegante podía pasar por un estupendo padre de familia.